domingo, 4 de septiembre de 2011

Capítulo 4

Capítulo 4

El tiempo pasaba y la amistad con Sam se mantenía. Después de diez años, aun nos veíamos mucho y hablábamos sobre lo que pensábamos y lo que nos pasaba. Éramos mucho más mayores, teníamos dieciséis años y habíamos madurado mucho desde que nos conocimos.

En nuestra amistad nada había cambiado, pero había muchos cambios en nuestra vida. Yo cada vez pensaba mas en lo que pasaba con mi padre. Yo no quería nada malo para él, pero nuestra relación era algo extraña. Como ya dije otras veces, el pasaba de mi. Si un día no aparecía seguramente ni se enteraba. La verdad es que eso me ponía de los nervios, el pensar así, pero era la realidad.

Después de un largo día, lo lógico sería, que hubiese ido a dormir, pero no fue así. No estaba cansado, y no podría dormirme aun estándolo. Fui sin hacer ruido hasta la puerta, observé hacia ambos lados de la sala y salí de la casa cerrando la puerta con cuidado. No sabía hacia dónde ir, así que me puse a andar hacia algún sitio que no hubiese estado antes. Anduve durante un rato sin seguir ningún camino hasta que al final encontré un camino que no conocía. Lo comencé a seguir y ande y ande, viendo de cerca, grandes árboles a los lados del camino. Solo veía unos metros delante de mí, ya que la oscuridad se apoderaba de todo, salvo de lo que podía iluminar la luna. Una gran luna llena que iluminaba con un toque blanco todo lo que podía.

Continué ese camino iluminado por la luna, hasta ver una cabaña que parecía abandonada. Estaba apartada del camino, solo había que cruzar unos cuantos arboles y se vería a la perfección. Me acerqué con cuidado, ya que no sabía si estaría abandonada o no. Vi el exterior de la casa en la oscuridad, y empecé a escuchar un llanto dentro de la misma. Intenté mirar por la ventana pero no se veía nada. Corrí hacia la puerta para ver si estaría abierto. Desgraciadamente estaba cerrada. Busqué una ventana la abrí y entre saltando para ver quien había. Enseguida reconocí una silueta encogida en el suelo, llorando.

-¿Qué haces aquí?-. Se escuchó de pronto mientras hablaba entre sollozos. La voz de una joven se podía reconocer sin complicación.

-Escuché algo dentro de la casa e intenté ver que era-.

-Ya sabes lo que es, ¡vete!-. Gritó y por un momento yo me asusté, pero no podía dejarla ahí.

-¿Qué te ha pasado?-.

-Aléjate de mí, solo te traeré problemas-. Dijo mirando fijamente mis ojos, mientras yo miraba los suyos sin poder dejarlos de mirar.

-No tengo miedo- Dije aun sin creérmelo todavía- ¿Qué te ha pasado?-. Saqué valentía de donde no la había y me acerqué lentamente hacia ella.

Empezó a llorar más aun si es que era posible. Me arrodillé junto a ella e intenté tranquilizarla. Ella al sentir mi mano sobre su brazo, se apartó.

-¡No! No soy como los demás-. Gritó en el mismo momento que mi mano la acariciaba.

-¿Quién ha dicho que yo lo sea?-.

Me miró fijamente a los ojos y apartó la mirada después de unos segundos.

-No puedes entenderlo, déjame-. Volvió a entrar en un llanto agudo en el que no podía dejarla.

Salí de la cabaña abandonada, de nuevo por la ventana con los sollozos de fondo mientras caminaba. Seguí el camino hacia mi casa. No tardé demasiado en llegar. Entré sin hacer ruido para no despertar a mi padre y cogí una manta de abrigo poco pesada y volví a salir hacia la cabaña del camino. Fui corriendo para que no se fuese la chica, pero cuando llegué ya no estaba. Me senté en el mismo sitio en el que estaba ella, me tapé con la manta y con la mirada fija en el suelo, solo pensaba en ella. La sensación al tocar su piel, al poder ayudarla, pero ella ya no estaba. Estaba solo, esperando en la oscuridad, a altas horas de la noche sin nadie más. El sol volvía a salir. Los rayos de sol ya despuntaban entre los árboles y se colaban por la ventana. Una brisa de aire como de alguien pasando por mi lado me despertó, pero estaba solo en esa habitación. Ya que estaba amaneciendo y yo ya estaba despierto, salí de esa cabaña y empecé a volver hacia mi casa. Ella no iba a volver, al menos por ahora, así que era lo mejor que podía hacer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario