martes, 6 de septiembre de 2011

Capítulo 6

Capítulo 6

Estaba yo corriendo a toda velocidad, sin ser capaz de parar. El aire de la noche corría en mi cara a mucha velocidad y la noche oscura sin luna era algo tenebroso. Me paré un segundo, mire hacia ambos lados de una carretera y continué corriendo. No había nadie en ese lugar. Todo iba despacio aun que notaba la velocidad en mi cuerpo.

A lo lejos, veía algo. Era una persona. Me acercaba poco a poco, pero podía ver todos los movimientos de esa persona. En ese momento, mire hacia delante y ese chico se giró. No podía creerlo. Era Sam, pero ¿Qué hacía ahí?

Estaba a unos diez metros de él y me abalancé sobre su cuerpo. Un golpe en la espalda que le tumbó y una furia en mi que era incapaz de controlar. Le empezaba a rasgar la ropa, no paraba de darle golpes y más golpes y después un silencio. No había gritos. Un corte con mis propias manos. Ahora estaba solo encima de un cadáver, mirando hacia todos lados. En la penumbra de la noche.

-¡Saaam!-. Grité después de volver en mí.

-¡Qué he hecho! -. Continuaba gritando, mientras lloraba al lado del cadáver de mi amigo.

-Letum-. Una voz que conocía. Un susurro.

Miré abajo y era Sam.

-No te preocupes- Dijo Sam con una sonrisa malévola en la cara.- Solo me has matado-.

Una carcajada salió del como si de un loco se tratase. Yo empecé a llorar sin saber que mas decir. Una sensación recorría mi cuerpo. Estaba confuso y perdido entre la oscuridad. Empecé a correr sin parar, lo más rápido que podía. No paraba de escuchar esa carcajada, seguida de un susurro que decía mi nombre. Me sentía observado todo momento.

-No corras Letum, estás a salvo-. Era Tana.

Al escuchar su voz no pude evitar pararme. Me giré y la vi acercándose a mí. Era extraño, pero me sentía bien con ella.

-¿Qué pasa? ¿Qué hago aquí?-. Dije de manera desesperada.

-Tranquilo, estás a salvo-. Contestó ella.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo y después me sentía más tranquilo.

-Si… Letum. No tengas miedo. Estas a salvo-. Una voz a mi espalda. Era Sam.

Me giré y le vi, ensangrentado, con todo el cuerpo demacrado y con una gran herida que era la que yo le había hecho.

-¡Ahhhhhhhhhh!-. Un grito ahogado por el miedo salió de mí sin esperarlo.

Todo mi cuerpo empapado en sudor, un grito ahogado, y un sofoco incomprensible para quien me viese. Me levantaba de la cama e iba corriendo a la cocina. Mi padre no estaba, estaba solo en casa, como era normal. Me fui de la casa sin comer nada si quiera, directo hacia la casa de Sam. Corrí lo máximo que mis piernas aguantaban, llegué hasta esa casa, y justo cuando iba a llamar, un escalofrío volvió a recorrer todo mi cuerpo. Me contuve un segundo y después llame igualmente. Abrió Sam la puerta.

-¿Qué haces aquí a estas horas?-. Preguntó extrañado Sam.

El estaba bien, no tenía nada. Su cuerpo estaba intacto y estaba vivo. Todo había sido un sueño. No pude evitar abrazarle y no decir nada más.

-Lo siento, no sé lo que me pasa-. Dije yo.

-No te preocupes-. Respondió rápidamente al ver mi estado.

Sonrió y me invitó a entrar. Pero yo no quería contarle lo que había soñado. No podía hacerlo.

Me fui andando lentamente hacia mi casa, con lágrimas en los ojos, intentando no pensar en ese sueño. En Sam muerto en el suelo. En Tana mirándome intentando tranquilizarme. Y de nuevo Sam muerto pero hablándome. Susurrando mí nombre.

No era capaz de comprender por qué de ese sueño. Juntar a Tana y a Sam, en esa situación. Me sentía mal por algo que solo había pasado en un sueño. Pero en ese sueño, yo era un asesino.

Ya estaba en la entrada de mi casa, pero no quería entrar. Quería volver a ir a la cabaña. Tenía que hablar con Tana. Fui andando por donde creía que era el camino hacia la cabaña. Pero me había confundido. Había salido hacia una carretera. Algo en esa carretera me resultaba familiar, algo que me asustaba. Era la carretera del sueño. Mi cuerpo se paralizó durante unos segundos, imaginando a Sam en el suelo. Intenté salir a correr, pero no podía moverme del miedo. Al final conseguí salir corriendo. Algo extraño pasaba en este momento, pero quería salir de ahí. Corrí lo máximo que pude y llegué al camino hacia la cabaña y ya empecé a tranquilizarme. No sabía por qué pero la cabaña me hacía sentir seguro. Tana me daba seguridad. Anduve algo más tranquilo, pero detrás de un árbol del camino, vi algo. Me acerqué y vi alguien que no esperaba encontrar ahí.

-Hola, ¿Cómo estás?-. Dijo Tana.

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