sábado, 10 de septiembre de 2011

Capítulo 7

Capítulo 7

Una noche mucho más relajada. No había tenido sueños extraños y pude descansar debidamente. El sol calentaba ya en mis ojos como una fuerte llama que atravesaba mis parpados, así que me levanté y fui a la cocina. Preparé un poco de leche caliente en el fuego y cogí un trozo de pan con queso de un armario de la cocina. Me había levantado con hambre. En mi cara aun se notaba el cansancio de la mañana, pero estaba mucho más contento que los últimos dos días. Una vez caliente la leche la serví en un bol y me senté en la mesa junto con el trozo de pan. Comí con muchas ganas, pero no muy rápidamente, no quería atiborrarme. Una vez terminé el trozo de pan, le di el último trago a la leche y me levanté.

Salí fuera, seguí un pequeño sendero detrás de la casa y tras andar unos metros llegué a un pozo. Cogí un poco de agua del pozo, debido a que no quedaba agua y la llevé a casa. Una vez ahí, aparté agua en unas jarras y la que quedó, la usé para lavarme la cara. Ahora ya estaba preparado para un nuevo día.

Fui a mi habitación, abrí un baúl en el que estaba mi ropa y saqué algo de ropa para ponerme. Me vestí y después volví a ir a la cocina. Tomé un poco de agua y salí de la casa.

Hoy no quería hacer lo que siempre hacía, así que fui al pueblo. Anduve durante largo rato por un sendero hasta llegar a un camino más ancho. Una vez en el, continué hasta llegar al pueblo. Pero justo antes de llegar algo extraño me frenó.

A lo lejos se veía un grupo de soldados. Se podía ver a uno de ellos sobre un caballo, con una armadura en el pecho, que era de metal muy brillante. También llevaba unos pantalones de color rojo, con rayas naranjas. Portaba una lanza en la mano derecha y con la otra mano mantenía las riendas del caballo. En la cabeza, llevaba un casco al igual que la armadura del pecho, plateada y con un escudo que no era capaz de reconocer. Ese hombre iba delante. Detrás del habían dos soldados mas. Estos dos, vestían igual que el anterior, pero iban armados con pistolas del pedernal. Aun llevando esas pistolas, tenían en la cintura, un estoque. Después habían otros dos hombres, pero estos tenían dos fusiles que cargaban con una mano, mientras que la punta del fusil, apoyaba en el hombro del soldado. A la vez, llevaban un estoque cada uno, el cual llevaban en el cinturón. Todos ellos tenían una barba oscura que se veía debajo del casco, que solo dejaba ver sus ojos.

Fueron acercándose poco a poco y cada vez se veía mejor. Llevaban una gran caja, cargada por otro hombre más que iba en medio de ellos, con un caballo.

Los dos caballos iban cubiertos con una ligera armadura, con colores rojo a rayas naranjas, al igual que los pantalones de los soldados. El caballo que cargaba la caja, la llevaba detrás, con unas ruedas que permitían más facilidad de movimiento de la gran caja. Era una caja de madera, con los bordes de oro. Parecía muy preciada, ya que la custodiaban varios soldados armados.

No sabía que habría en esa caja, pero no iba a pararme a preguntarles. Continué mi camino, apartándome hacia un lado, para que pudieran pasar sin molestias. Anduve durante un rato más hasta llegar al pueblo. Había estado poco en el pueblo así que intentaría conocerlo un poco mejor ahora.

Seguí una calle que entraba hasta la plaza del pueblo, la cual, era la zona más llena de gente. Se podía ver en la plaza a todo tipo de personas, mercaderes con sus productos puestos sobre mesas, algún soldado que vigilaba el pueblo, pero los que más abundaban eran campesinos y siervos de algunos señores del pueblo. Continué por una calle que salía de la plaza y llevaba hacia una pequeña iglesia. Una vez en ella, veía otro grupo de soldados que salían de la iglesia con una caja como la que había visto anteriormente en el camino. Lo que hacían esos soldados era transportar el oro que la iglesia conseguía para llevarlo a la capital. Después de eso, vi. el pueblo entero, desde la plaza hasta las calles más pequeñas y deshabitadas. Una vez había terminado, era casi de noche, y quería descansar.

Fui hacia mi casa por el mismo camino que siempre seguía, con la luz de la luna ya alumbrando mi cara. En ese mismo momento una mano toco mi hombro. Sentí un pánico terrible.

-Hola-.

-¡Ah!-. Grité.

Sentía una sensación de terror que no podía quitarme del cuerpo.

-Soy yo, tranquilo-. La voz de Tana sonó tranquilamente tras de mí.

-Que susto- La sensación de alivio al ver su cara sonriente recorría mi cuerpo.- ¿Querías algo?-.

-Pensé que querrías hablar-. Dijo un poco desilusionada.

-Si…-. Dije rápidamente.-Por supuesto-.

-Pero… ¿Qué quieres saber?-. Preguntó.

-¿Por qué... siempre te veo de noche?-. Pregunté con miedo a su respuesta.

Soltó unas carcajadas y después contestó.- Por que es cuando tengo tiempo libre-.

Intenté reírme junto a ella, pero sonaba tremendamente forzado.- Eres diferente…-.

Miró al suelo tristemente y dijo.- ¿No te gusta?-.

-No no… Me gusta que seas diferente…-. Contesté rápidamente al ver su tristeza.

Sonrió de nuevo y me dio un beso. No pude evitar mi sonrisa, estaba realmente contento, pero seguía teniendo preguntas, preguntas que no podía decirle.

Ella comenzó a irse y yo escondido tras un árbol, la comencé a seguir. La seguí tras los árboles, mientras ella seguía por el camino. Una vez llegamos a un cruce salió del camino y comenzó a andar entre árboles que no dejaban pasar ni la luz de la luna. Y ahí estaba, una casa de madera en la que ella había entrado. Era su casa, no vivía en el pueblo de al lado. Me acerqué a la casa y de repente, noté algo detrás de mí. Mi cuerpo paralizado por el miedo no podía siquiera girarse. Pero tendría que hacerlo, en algún momento u otro, lo haría.

No hay comentarios:

Publicar un comentario