martes, 30 de agosto de 2011

Capítulo 3

CAPÍTULO 3

Otro día más despertaba mirando a la misma ventana, observando el mismo árbol, en el que conocí a la única persona que me había hecho sentir bien. Era tan solo un niño, pero necesitaba a ese amigo llamado Sam para poder seguir.

Salté de mi cama deseoso de ir a ver a Sam, para saber cómo estaría. Solo pensaba en si se encontraría bien, pero no podía quitarme la idea de que podría estar peor. Fui hacia la cocina y comí algo antes de salir. Como era normal, mi padre no estaba en casa. Comí rápidamente un trozo de pan con queso y corrí hacia la puerta. Cuando la iba a abrir, apareció la madre de Sam con la mano alzada para llamar en ese preciso momento.

-Hola, venia buscándote-. Dijo la madre de Sam.

-¿Qué quiere?-.Dije yo mirando atónito la mirada de la mujer, mientras ella miraba el interior de la casa.

-Venia para decirte que Sam esta mejor- Contestó con una sonrisa en la cara. Al ver un cambia en mi cara de felicidad, dijo rápidamente.-Puedes venir a verlo, si quieres-.

-¡Claro!-. Fui corriendo hacia mi habitación, cogí un abrigo y en menos de un minuto estaba de vuelta en la puerta.

-Vamos, Sam tendrá ganas de verte-. Dijo observando ya el camino de salida.

Fuimos cruzando un camino que no conocía, pero que era mucho más rápido para llegar hasta su casa y por lo tanto, estaba contento, y ahora solo pensaba en que haríamos cuando el estuviese como antes.

Una vez en la casa, ella abrió la puerta y yo esperé a que me dijese de entrar para seguirla, pero no tardo demasiado. Entré y vi a Sam sentado en una silla comiendo un pedazo de pan, mirándome con una sonrisa intentando decirme que estaba bien.

Por un momento toda mi mente cambio y dejé de pensar en ese Sam tirado en el suelo sangrando sin parar, y empecé a verle como el niño que había estado ahí todos los días. Ese niño que era más que un simple niño, era mi amigo.

Pasó un rato después de la entrada y hablamos durante horas sin siquiera darnos cuenta del paso del tiempo, pero llegados a un momento, tenía que irme. Mi padre llegaría a casa para comer, y no podía dejar que supiera que había estado en casa de Sam. Corrí hacia mi casa, después de despedirme y agradecer a la madre de Sam que viniese a buscarme. Ahora ya conocía el camino más rápido y llegaría a la casa en pocos minutos.

Al llegar vi a mi padre a lo lejos y entre corriendo antes de que pudiese verme. Estaba sofocado de haber estado corriendo y tenía que calmarme para que no se diese cuenta, así que cogí me mojé la cara e intente disimular el sofoco.

En ese momento, entró mi padre por la puerta e intente saludar con una respiración pausada para que no pareciera extraño. Ese día, como todos los demás, continuaba siendo callado con migo. Me saludó y fué hacia su habitación. Después de unos minutos, volvió a la cocina y comió un trozo de pan con algo de carne que había guardada en la despensa y se marchó de nuevo para no volver hasta la noche.

Muchas veces pensaba en si se daría cuenta al llegar a casa de que no estoy, ya que a veces ni me saludaba y se marchaba antes de si quiera verme. Era tan solo un niño, pero necesitaba a alguien que me quisiera.

Paso el día más rápido de lo que pude imaginar. Sentado en una silla pasé varias horas pensando en lo mismo, en mi padre. Siempre me imaginaba saliendo de aquella pequeña casa y sin volver nunca más. Y bueno, nunca se sabe las vueltas que da la vida, pero ya hablaré de eso mas tarde. Quería salir corriendo y no volver nunca más, pero también estaba Sam, ahora era alguien importante para mí, era mi único amigo.

La noche empezaba a caer y mi padre volvería enseguida. No tenía ningunas ganas de hablar con él, después de todo lo que había estado pensando. Así que me acosté rápidamente, aun sin sueño ninguno.

Una vez en la cama, escuchaba el ruido de mi padre entrar por la puerta, sin ninguna preocupación, comiendo algo y acostándose de nuevo para el día siguiente despertar y salir de la casa antes de yo despertar siquiera.

Contemplaba las estrellas para intentar distraerme, hasta que el agostamiento acabase por dormirme. Veía esas estrellas libres pero siempre juntas, esas constelaciones que se veían, que aunque desconocía su nombre, era capaz de ver sin problemas. Un sonido de la brisa del viento entrando por las rendijas de la pared y la ventana me relajaban, y mientras, observaba el camino hacia ese gran bosque de arboles gigantescos y poderosos, para la mente de un simple niño, eran los grandes reyes de la naturaleza.

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