domingo, 2 de octubre de 2011

Capítulo 11

Capítulo 11

Caminé durante horas, sin ningún rumbo a seguir, esperando encontrar respuesta a mi dilema. Saber si en algún momento encontraría solución. Si en algún momento, podría cambiar. Un día nuevo, no cambiaría todo lo sucedido, y lo sabía.

Me sentía agotado. Ella tenía razón, necesitaba sangre. No podía siquiera pensar en ello, era algo que me repugnaba y me hacía pensar en ese sueño. Era quitar a alguien su vida, para continuar con la mía. Aun así, sabía que lo necesitaba.

La noche empezaba a aclararse, y tenía miedo de lo que sucedería, pero tampoco era capaz de dejarlo todo atrás y matar por sobrevivir. La luz del sol relampagueaba sobre mí como si un foco alumbrara mi persona. Pero aun así continué mi camino, sin pararme. El calor me hacía sentir peor y no sabía cuánto sería capaz de aguantar, pero nada me impedía comprobarlo.

Los minutos pasaban lentamente, con el sol tras de mí y mi casa ya vista en el horizonte. Llegaría en un momento u otro, pero, no quería. El sol me debilitaba, me quemaba la piel, pero aun podía aguantar así durante un tiempo. Sabía lo que era y no quería seguir siéndolo, no quería matar a nadie, y mucho menos, herir a la gente que conocía, herir a Sam o a mi padre. Por muchos problemas que tuviese con mi padre, era mi padre, y sin relación alguna con él, ha estado ahí todo el tiempo. Y ahora realmente, tenía razón, yo era un monstruo, un asesino.

Vi a Sam a lo lejos y mi corazón empezó a latir más rápido de lo normal. No podía acercarme a él, podría herirle, pero ya no podía hacer nada. Caí de golpe al suelo, ya cerca de Sam y de mi casa. Mis rodillas chocaron con el suelo y después mi cara se estampó bruscamente contra el mismo. Mi cuerpo tendido en el suelo, con la piel que tenía, cubierta con quemaduras. Como comprenderás, no sabía que pasó en ese momento.

Abrí los ojos y vi mi habitación. Estaba en mi cama, pero no sabía cómo había llegado ahí. No sentía dolor ninguno, y lo último que recordaba, era la sensación, de estar ardiendo, con un gran mareo y un golpe en la cara.

Salí y vi a Sam. Estaba preparando algo de comida en una cazuela sobre el fuego. Con una mirada triste, se giró y me vio de pié observándole.

-¿Cómo… cómo puede ser?-. Me miró fascinado a la vez que asustado.-Estabas con toda la piel quemada. ¿Cómo puedes estar bien?

-No puedes estar junto a mí.- Mi mirada triste, pero a la vez amenazadora, necesitaba sangre, y quería que él se alejara de mí.- ¡Vete!-. Una voz inimaginable en mí, sonó en esas palabras, pero tenía que ser así. De otro modo, podría herirle. Noté en su cara la tristeza y el miedo unidos en una misma expresión, con un gesto incomprendido en su postura. Dejó todo lo que hacía y se acercó a mí.- ¡No sigas, vete!-. Comencé a llorar y a gritarle que se marchase hasta que se fue, sin saber porque tenía que hacerlo. No podía saber la verdad, eso sería lo mejor.

Después de su salida, caí al suelo y rompí a llorar. Tenía la sensación de odiarme a mí mismo, pero sería lo mejor para todos. Solo podía hablar con una persona y en este momento tenía que hacerlo.

Salí de la casa y vi la luz del sol. No pude evitar estremecerme solo de pensarlo, ese dolor en mi piel abrasándome. Entré de nuevo, esperando a que empezase a anochecer para poder salir.

Mis pensamientos, podían ser los de un loco. Pero sabía lo que era. Aun por miedo a hacer daño a las personas cercanas, no podía morir. Era incapaz de suicidarme. Era un acto inútil para mí y no cambiaría nada. Tenía que aprender a ser así. Miré por la ventana y vi que el sol comenzaba a ocultarse, abrí la puerta de nuevo y salí lo más rápido posible.

Intenté correr a la velocidad máxima que podía, pero me sentía agotado, necesitaba alimentarme pronto. Aun así, no me costó mucho llegar a casa de Tana, pero no sabía qué decir, cómo actuar, qué hacer.

Una vez en su puerta, antes de siquiera llamar, ella abrió la puerta.

Yo, mirando hacia el suelo, con el cuerpo cansado, intentando sostenerme en pié.- Tiene que poderse hacer otra cosa, tiene que haber alguna forma…- .

Me miró con una mirada triste y dijo.- No la hay y si la hubiese, no la conozco-. No pudo evitar apartar la mirada de mis ojos.-Lo siento-.

Grité desolado, al no tener otra solución. Al ver mi mundo como el de un asesino, que necesita matar. Caí al suelo y me estremecí en el mismo, sin poder evitarlo. Ella me miró esperando sin saber qué hacer, sin saber que mas decir. Me incorporé con todas mis fuerzas, intentando seguir en pié, aun con el cansancio en todo mi cuerpo.

Salí de la casa y me vi en mitad del bosque, con la oscuridad de la noche sobre mí. La luz de la luna, no alumbraba esta noche. Sentí un escalofrío y empecé a correr con las fuerzas que me quedaban. Llegué a una carretera, la cual me resultaba conocida. Pero era incapaz de recordar.

El aire de la noche recorría mi cara y la noche oscura, sin la luminosidad de la luna era algo tenebroso. Me paré un segundo, mire hacia ambos lados de la carretera y continué corriendo. No había nadie en ese lugar. Todo iba despacio aun que notaba la velocidad en mi cuerpo.

Ahora sabía dónde estaba. Era ese sueño, ese que intentaba olvidar en todo este tiempo. Intenté parar, no seguir ese camino, sabía lo que pasaría al final de esa carretera pero no podía evitarlo. Mi cuerpo no lo manejaba yo, algo se apoderaba de mí, el hambre.

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